“Quizás la semilla que aquí siembro no nazca hoy; pero muero seguro de que algún día nacerá. No faltará entonces un buen alma que diga ¡pobre hombre!” Roque Bárcia

sábado, 12 de febrero de 2011

Charo Olías, faro del Arte en Isla Cristina

Ventanas apagadas. (Carta abierta a Charo Olías) - Tribuna Libre - Periódico La Higuerita
Escrito por Antonio Carmona / Pablo Caballero
Miércoles, 09 de Febrero de 2011 08:49
Por la belleza del lenguaje que utilizan y los sentimientos justificados de admiración, gratitud y cariño que encierra, permítanos el lector elevemos a portada esta preciosa carta abierta que alumnos del taller de Artes Plásticas dirigen a quien fuera su profesora, la sensible y exquisita Charo Olías, con motivo de su jubilación, y a raíz de un pequeño ágape ofrecido tras su cese.
      La Higuerita

Charo Olías en 2006, fotografiada para el
catálogo de su exposición conmemorativa
“Cuarenta años de Pintura”, personalidad
referente del Arte y la Cultura, Magnífica
embajadora de la ciudad de Isla Cristina en
       el exterior.


Han transcurrido ya algunos días para que la reflexión presida estas líneas y el deseo de escribirlas se imponga sobre el mal recuerdo de haberlas vivido.
   Terminaba el mes de Enero y terminaba el día elegido –no sé por quien- para expresarte, fuera del Aula de Pintura -tranquila ese día sin nuestra presencia, en permanente soledad sin la tuya, engalanada para siempre con tu recuerdo- el sentir de un grupo de personas, vinculadas de uno u otro modo contigo o -lo que en ti viene a ser lo mismo- con el arte de desarrollar la Cultura y con la cultura desarrollada a partir del Arte. En ambos eres –serás siempre- maestra.
  Desgraciadamente, fuimos unos pésimos representantes de nosotros mismos y –lo que es mucho peor- de ese grupo, enorme  en número y en cualidades humanas, en parte por ti despertadas y potenciadas durante muchos años, al cual, al menos en esta ocasión, no parecimos pertenecer.
   Competimos con el invierno y lo superamos, al conseguir que la fría noche del puerto pareciese cálida durante el transcurso del gélido acto que, en el interior del inadecuado recinto escogido, tenía lugar.
   Te habíamos invitado a descender desde el Olimpo, donde los dioses de la verdad, de la ética y de la independencia ha mucho tiempo que te acogieron, y te situamos en el Averno, donde esa horrible columna calefactora de acero, situada en el centro del escenario, a modo de inmenso pebetero que, lejos de expandir el sahumerio, permanecía apagada, al igual que los asistentes.
   Viste vulgaridad y mal gusto, donde debió haber elegante sencillez; escuchaste el torpe y mudo silencio, en lugar de sentidas palabras de reconocimiento y gratitud a tu persona; padeciste la improvisación y el desorden, contrapunto a la coherencia de tu vida y de tu obra.
   Así, en esa mesa improvisada, sentada casi en una esquina, tu figura inmóvil parecía refugiarse ante el esperpento que estoicamente contemplabas; esperaste, con la elegancia que te caracteriza, su final para desear a todos la buena noche que nosotros ya te habíamos arrebatado.
   Cuan lejos estuvimos de merecer habitar esas maravillosas ciudades que descubrimos en tus lienzos; cuan lejos de asemejarnos a los personajes que adivinamos tras sus ventanas encendidas; belleza, orden, serenidad y arte, armónicamente combinados en el pincel de tu inmensa sensibilidad, trastocados en otro inmenso lienzo, que entre todos cubrimos con pinceladas de negro óleo, para recrear un inhóspito reducto de ventanas apagadas.
   Si el pensamiento tuviese color y calor, ten la seguridad, querida Charo Olías, que muchos haces de cálida luz te habrán llegado en esa noche aciaga y siempre te llegarán, para que les dejes, si quieres, iluminar alguna de tus ventanas. Si esto ocurre, una vez más, tu generosidad volará sobre tus prodigiosas ciudades.
   Allí, entre muchos, recogí un pensamiento que decía así:
   “Durante cuatro años he tenido la inmensa fortuna de ser guiado por ti en ese viaje infinito –que se inicia pero nunca se termina- hacia la Pintura.
   Siempre estuviste allí, acompañando al viajero en su andadura, para señalar –que no imponer- los caminos más seguros, transitables y gratificantes.
   Ahora, Política y Tiempo se alían, indicándote que debes seguir otros caminos alternativos.
   No te preocupes por mí: la mochila del pintor contiene la honradez, trabajo y creatividad que durante este tiempo has estado, día tras día, generosamente, colocando en ella para el camino.
   Espero hacer buen uso de estos bienes y que nuestros caminos se encuentren durante muchos años.
   Desde el respeto, la admiración y el cariño hacia ti y tu magnífica obra –pictórica y humana- te digo: Adiós, maestra... Hasta siempre, amiga.”           
   
                        Antonio Carmona / Pablo Caballero

No hay comentarios:

Publicar un comentario